El Primer Hombre Delgado había dejado la puerta abierta al irse. Cerrarla ya me parecía un sin sentido. La gente entraba sin siquiera prestarle atención al hecho de que siempre estaba cerrada con llave. El sobre estaba exactamente donde lo había dejado: en el centro del escritorio.
- Me gustaría poder pagarle con algo – me había dicho antes de irse abruptamente - pero estoy seguro de que si todo sale bien será recompensado como se merece.
Lo único que tenía que hacer era guardar el sobre hasta que el vuelva a buscarlo. Única condición debía mantenerlo cerrado. ¿Cómo podía no salir bien?. Por supuesto, en cuanto deje de escuchar sus pasos en el pasillo, todo empezó a ir mal. Abrí el sobre.
Un sol. Había un sol de papel. De varios papeles. Un collage, bastante bonito por cierto. Distintos tonos le daban vida y realismo. Si uno lo miraba de reojo, realmente parecía el verdadero sol. Pero no eran más que papeles uno encima de otro. No entendía el chiste. Para qué querría aquel hombre que yo guardara aquello. Semanas sin sol y entonces un sol de papel. Lo puse contra la ventana en donde solía estar el sol a esa hora. No. No me causaba ninguna gracia.
Guardé el sobre el sol en el sobre. El sobre en el bolsillo de mi campera. Por un instante me pareció que la habitación se volvía más oscura al guardarlo. Me encongi de hombros. Debían de haber sido las luces.
Salí del estudio. No cerré la puerta.
Esperando el ascensor, con su manera de vestir de hippie elegante, su pose entre inocente y provocativa y un cigarrillo, listo para prender entre sus dedos, se encontraba la mujer que solía llamarse Romina Pascua. Mi corazón, por supuesto, se acelero con solo verla. Su olor dulzón ya llegaba hasta mí. Camine hasta su lado. Me saludo con una sonrisa y un hola…
(sigue...)
1 comentario:
te veo claramente abriendo el sobre despues de que te dicen que no lo hagas, eso no es de otra vida, es e la tuya!!! jaja me gusta me gusta, mas entregas!
Publicar un comentario